Relatos Sexuales
Le agarre los testículos y con el sudor de ellos le empape los labios, le moje las manos y le humedecí los recuerdos. Sin soltarme los senos sonrío, sonrío como la primera vez que lo vi, sonrío como la primera vez que le hable al oído, sonrío como la primera vez que me agarro el culo, sonrío. Saque mis manos de su entre pierna y las coloque suavemente en su espalda y de un solo jalón le rasgué el cuero, le arañe el alma, su sangre fluía por entre mis uñas, por entre mi carne, -Mierda…- grito con su cuerpo entero -… Te amo-. Quede estupefacta, solo podía observar como la sangre brotaba de su espalda a través del espejo de la habitación, a través de la punta de mis dedos. Sonrío, de nuevo, se levanto de la cama haciendome caer sobre las sabanas empapadas y tan solo salió de la habitación haciendo el menor ruido posible, casi como muerto, casi como inexistente. Ahí quede, desnuda y con su sangre aun en mi regazo y con sus pantalones encima de mi cama. Aun, después de semana y media, no se donde esta, ni quien era, ni si extrañara sus pantalones, lo único que se es que es ese tipo de hombres que ama rápido, ese tipo de hombres que vienen y se van, ese tipo de hombres que saludan con un “Hola ¿Como estas?, ese tipo de hombres que ya no están, ese tipo de hombres que murieron en boca de una persona como yo.